Hay un mal que muchas personas, cristianos y no tan cristianos ignoran: hay una maldición que no se deshace así por así, ni siquiera con el pasar del tiempo, y es la maldición que acarrea la deshonra a los padres.
La deshonra incluye, (aunque no se limita a) el engaño y las mentiras que se le dice a los padres durante ese proceso de independencia, de querer salir de la casa y de hacer lo que les viene en ganas sin tener que sujetarse a la voluntad y el deseo del padre. Esos primeros pasos que se dan en la preparación de la mudanza hacia la provincia apartada.
El engaño y la mentira es una violación al mandato divino de honrar a tu padre y tu madre, el cual es el primer mandamiento que tiene promesas. Engañar con mentiras a los padres, por muy ligeras que al joven le parezca su mentira, es cerrarse camino.
Aunque le parezca piadosa, blanca, media verdad, las mentiras a los padres acarrea maldición.
Es un pecado que necesita ser muy bien identificado, (Lucas 15:18) confesado, y apartado (Lucas 15:21).
Aun el que tiene su vida ya hecha o tiene sus padres muertos, necesita pedir a Dios perdón por esos casos específicos de deshonra.