ADRIANO MIGUEL TEJADA
Alguna vez existió el “sueño dominicano” que no era otra cosa que el deseo de nuestros padres de que sus hijos fueran mejores que ellos, que no tuvieran que pasar las penurias que ellos pasaron.
Por eso, todos se empeñaron en que estudiáramos, que fuésemos honrados, que supiéramos criar a los hijos y que inculcáramos en ellos el deseo de ser mejores.
Por eso salimos a la calle a pelear por la libertad y por mejores condiciones de vida, se formaron sindicatos y partidos y se crearon clubes culturales y deportivos. Las escuelas no alcanzaron para las exigencias de los estudiantes de todas las edades.
Y esa generación que ajustició al tirano y nos dio libertad, creó instituciones: bancos, universidades, empresas industriales, comerciales y agro industriales. En fin, el país tomó un nuevo brío.
Y entonces, todo cambió. Las ideologías nos dividieron entre buenos y malos, burgueses y proletarios, guardias y civilones y las influencias de las ideas económicas destruyeron los sindicatos, hicieron desaparecer los clubes culturales, mantuvieron el salario al más bajo nivel posible y mataron las posibilidades de movilidad social de varias generaciones.
Solo quedó un camino: la política y hacer negocios con el Gobierno, el señor de todas las oportunidades.
Así, la meritocracia del sueño cedió el paso a las lealtades políticas, a la “cualquierocracia” y a la creación de una legión de pobres, carne de cañón electoral, que permitió a los más hábiles mantenerse en el poder.
Todos lo permitimos. Todos nos acomodamos. Todos ahora lo sufrimos. El lamento no sirve para nada, solo la acción generacional puede alterar ese estado de cosas.
atejada@diariolibre.com
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